Un grupo de profesionales, todos triunfadores en sus respectivas carreras, se juntó para visitar a su antiguo profesor. De pronto, la charla devino en quejas acerca del "stress" que les producía el trabajo y la vida en general. El profesor se levantó para ofrecerles un café. Entró a la cocina y salió con una jarra repleta del preciado líquido recién colado y una selección de tazas de lo más ecléctica. Se diferenciaban por sus colores, por sus formas y por sus acabados que abarcaban desde la más fina pintada a mano y otra con reborde dorado, hasta las más sencillas, rústicas y baratas. También variaban sus materiales: porcelana, cerámica, cristal, barro, plástico, vidrio y hasta un vasito desechable.
Una vez que la bandeja estuvo en el centro de la mesa, todos se apresuraron para servirse de café, mientras el profesor observaba pacientemente. Como era de esperarse, los primeros tomaron rápidamente las tazas más bellas y refinadas, mientras que los últimos tuvieron que conformarse con las que quedaban. Entonces, el profesor tomó la palabra y les dijo:
- Si observaron bien, las primeras tazas en acabarse fueron las más lindas, las más finas, y aquellos que se sirvieron al final tuvieron que conformarse, sin mucho agrado, con las más humildes. A mí me dejaron el vasito desechable. Esto es normal, cada quién quiere lo mejor para sí mismo. Pues bien, todos se preocuparon por el envase, pero realmente no importa el color, lo lujoso o el material del cual están hechas las tazas, el café que todos se sirvieron es exactamente el mismo, y tendrá en sus bocas el mismo sabor sin importar el recipiente. Todos querían café, pero se dejaron distraer por las características de las tazas y pocos se ocuparon de disfrutar realmente lo que estaba dentro de ellas. Esto es lo que pasa muchas veces en nuestras vidas.
Y ante el silencio reinante prosiguió:
- Imaginen ahora que el café es la vida y que las tazas son las cosas que nos rodean.
Reflexión:
En esta nueva entrada he querido poner esta pequeña historia para reflexionar sobre la vida. Y para hacer esta reflexión vamos a ponernos en la situación de que el café es la vida y que las tazas son las cosas que nos rodean.
En nuestra vida frecuentemente, nos preocupamos por las tazas, es decir por tener la mejor casa, el mejor trabajo para ganar mucho dinero, el coche más lujoso, la ropa que está de moda, el último modelo de móvil y de ordenador, y muchas cosas más. Resumiendo, siempre queremos lo mejor para nosotros, que es obvio, pero el problema es que todo eso nos absorbe durante mucho tiempo, solo pensamos en la taza y de ese modo nos olvidamos de disfrutar del café, es decir, de disfrutar la vida misma. Así dejamos de pasar tiempo con nuestra familia, de divertirnos con nuestros amigos, de compenetrarnos cada día más con nuestra pareja, de crecer emocional y espiritualmente como persona, de deleitarnos con un amanecer o un atardecer, de regocijarnos por todos los detalles que nos ofrece a diario la naturaleza. Porque aunque sean cosas muy insignificantes son lo que nos hace vivir día a día y no sabemos disfrutarlo, porque creemos que el tipo de taza que tengamos define nuestra calidad de vida, pero no es así. El valor de nuestra vida y lo felices que somos no se mide en cuántas cosas tenemos sino en como disfrutamos día a día, porque desgraciadamente y sin darnos cuenta los días transcurren y nos preocupamos más por tener cosas que mostrar y almacenar en lugar de dedicarnos a vivir cada instante a plenitud, como si no hubiera un mañana, porque vida solo hay una y hay que vivirla. Y recuerda no es más rico el que más tiene sino el que menos nesecita. ¡Disfruta tu café!